"ESPERAR", una
palabra que implica tantas emociones, tener paciencia y ver como los años pasan
sin que nada suceda, no es una de mis fortalezas, hoy puedo decirte que esperar
en Dios vale la pena y es lo único que te ayuda a sostener la cabeza en alto,
es un tiempo hermoso donde eres retado y lijado para crecer (Hace seis años no
pensaba lo mismo).
Sé que no es fácil esperar un milagro, entiendo que puedas
sentirte triste, desanimado, ver que pasa el tiempo y aún tus sueños de
tener un hijo, un matrimonio, sanidad física, un trabajo, un viaje, etc, no lo estás
viendo materializado, la espera reta tu fe y las dudas de seguir o darte
por vencido están a la orden del día.
Pasan los años y piensas
que tu reloj biológico está sonando, el tren te está dejando, piensas que
vivirás con hijos perrunos o serás la señora de los gatos y a la vez escuchas
los comentarios incómodos "ya está bueno” ¿cuándo van a tener hijos?
¡Pobrecitos no tienen hijos! ¿Por qué no tienen hijos? “no sean flojos” Entre
otros comentarios sutiles que lanzan las personas sin imaginar el proceso que
llevas.
Para Mi esposo y para mí esperar
y tener paciencia se convirtió en la clave para vivir tranquilos, luego de un
noviazgo de 8 años y un matrimonio decidimos tener hijos, obvio la lógica dice
que te casas teniendo una bonita fiesta y luego tienes bebés, "para
nosotros apenas iniciaba un proceso de crecimiento, de amor, dominio, perdón y
fe".
Siempre creímos como
cualquier otro mortal que nosotros hacíamos planes, chasquido de dedos y listo,
por alguna razón se cumplían nuestros deseos, por nuestras lindas caras,
suerte, el cosmos, la naturaleza, la temporada del año. (Pero La palabra de
Dios dice “El corazón del hombre traza su rumbo, pero
sus pasos los dirige el Señor” Prov. 16:9.) Realmente no imaginábamos que íbamos a ser moldeados
por el amor de Dios.
Lo teníamos claro,
“anhelábamos tener un bebé” era nuestro objetivo y pensábamos que esto de hacer
bebés era realmente fácil.
Fue un año donde hicimos
al pie de la letra todo lo que nuestro medico decía, lo que la gente decía, las
posiciones de la abuela, las piernas levantadas, tomar miel, comer huevo de
pata, miel de abeja reina y vino, todo lo que nos aconsejaban lo hacíamos sin
dudar.
Después de pasar 2 años buscando ver un positivo decidimos emprender un camino desconocido como lo fue la FIV, fueron
6 años anhelando una prueba que dijera que estábamos embarazados, pinchazos en
la panza, un cuerpo con las hormonas a mil, subidas y bajadas de peso, un tiempo
de muchas emociones, donde perseveramos, tuvimos paciencia y creímos que Dios cumpliría
su promesa. (“Dios no es hombre, para que mienta,
Ni hijo de hombre para que se
arrepienta. Él
dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” Números
23:19)
Nuestra fe en la promesa
que Dios nos había dado era nuestro pilar, una época de lucha y oración,
cuando las esperanzas flaqueaban, así como Moisés tuvimos nuestros Aarón y Jur (“Y como a Moisés se le cansaban los brazos, tomaron una piedra y se la
pusieron debajo; Moisés se sentó en ella, mientras le sostenían los
brazos, uno a cada lado. De esta manera los brazos de Moisés permanecieron
levantados hasta la puesta del sol”, Éxodo 17:12) personas que
alzaron nuestros brazos cansados, oraron por nosotros y se unieron en fe
para ver el milagro que Dios realizó.
Hoy quiero decirte que no estás
solo, que muchas pasan por situaciones similares y este blog esta creado para
decirte que Dios tiene la última palabra, y que sus promesas se cumplen, no
pierdas la fe, no desistas, vence la desesperanza, busca ayuda, yo te brindo la
mía si quieres conversar, pero nunca te des por vencido.
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